lunes, 23 de marzo de 2015

UN DÍA DE LLUVIA

Hoy ha sido un día necesario para la vida. La tan necesaria lluvia nos acompaño durante gran parte de la noche y buena mitad del día. Todo está empapado, calado y rebosante de agua... ha caído una buena cantidad de líquido divino que la tierra y plantas agradecen.
Las aves se resignan del exceso de agua con melodías y trinos a desdén. Se reunen en grandes bandos de individuos, ampliamente emparentados entre sí, en un frenético celo comunal por cantar todos al unísono sobre las ramas más altas de los almendros. El sonido es muy envolvente, fresco, muy vivo y a veces hasta chirriante ante semejante algarabía de cantos.
Los más desgañitados son los pequeños verdecillos que sobresalen de entre el resto grupal con su incansable canto chillante. Son pajarillos muy valientes que hacen gala de una energía descomunal en proporción a su pequeño tamaño.
De pronto, callan todos al momento...durante unos segundos el silencio más callado se apodera del almendro...
 Hasta que el salto y voleteo de uno de ellos hasta las cercanas planta florales, arranca al resto de la gran bandada que revolotean hasta posarse sobre el suelo de forma repartida. Acto seguido, se ponen todos a pastar cual pastor con su rebaño.
Balsa de Barjalí.
 Mientras tanto, el colorido camachuelo 
de henchido pecho al que esta vez le tocó quedarse como vigía de todas las vidas  
 del grupo. Con cargo de tan alta
 responsabilidad sobre sus plumas y
 apostado en un alto posadero desde donde
 poder dar la alarma con seguridad en caso
de peligro, ensaya sin miedo su alegre canto mientras espera con ansias la llegada del resto del grupo para cantar una y otra vez, todos a compás, recordando que los días de lluvia, aunque sean fríos y húmedos, son días necesarios de la vida.

miércoles, 18 de marzo de 2015

UN DÍA DE LLUVIA

Hoy ha sido un día necesario para la vida. La tan necesaria lluvia nos acompaño durante gran parte de la noche y buena mitad del día. Todo está empapado, calado y rebosante de agua... ha caído una buena cantidad de líquido divino que la tierra y plantas agradecen.
Las aves se resignan del exceso de agua con melodías y trinos a desdén. Se reunen en grandes bandos de individuos, ampliamente emparentados entre sí, en un frenético celo comunal por cantar todos al unísono sobre las ramas más altas de los almendros. El sonido es muy envolvente, fresco, muy vivo y a veces hasta chirriante ante semejante algarabía de cantos.
Los más desgañitados son los pequeños verdecillos que sobresalen de entre el resto grupal con su incansable canto chillante. Son pajarillos muy valientes que hacen gala de una energía descomunal en proporción a su pequeño tamaño.
De pronto, callan todos al momento...durante unos segundos el silencio más callado se apodera del almendro...
 Hasta que el salto y voleteo de uno de ellos hasta las cercanas planta florales, arranca al resto de la gran bandada que revolotean hasta posarse sobre el suelo de forma repartida. Acto seguido, se ponen todos a pastar cual pastor con su rebaño.
 Mientras tanto, el colorido camachuelo que esta vez le tocó quedarse como el  vigía del grupo. Con cargo de tan alta responsabilidad sobre sus plumas y apostado en un alto posadero desde donde poder dar la alarma con seguridad en caso de peligro, ensaya sin miedo su alegre canto y espera con ansias la llegada del resto para cantar una y otra vez todos a compás.